Biografía
(México, 1899 - 1949) Poeta y escritor mexicano. Fue miembro del grupo Contemporáneos, jefe de redacción de El Trovador, revisor de libros en la Secretaría de Educación Pública (SEP) y maestro de la Escuela de Verano de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Fundó con los demás miembros de su generación la revista Contemporáneos (que dirigió de 1929 a 1931), además de ser el director de Letras de México (1941) y participar en la fundación de Cuadernos Americanos.
Se distinguió como forjador de una lírica orientada hacia el posmodernismo, que comprende desde la inmersión reminiscente en el pasado (Avidez, 1921; El trompo de los siete colores, 1925) hasta la concreción sensualista de un imaginismo elegante y preciso (Red, 1928; Muerte del cielo azul, 1936). Arregló traducciones de poesía náhuatl e elaboró un folleto sobre la poesía indígena en México, a la que quería revalorizar. La influencia de esta poesía se deja sentir en Martes de carnaval y sobre todo en dos escenificaciones de títeres: El sombrerón (1946) y La cabeza de Salomé.
Bibliografía
- Figura, amor y muerte de Amado Nervo (1943).
- Literatura indígena y colonial mexicana (1946).
- El sombrerón (1946).
- El caso de mi amigo Alzafeta (1946).
Entre sus ensayos son particularmente interesantes:
- Literatura indígena y colonial mexicana (1946)
- Literatura de la Revolución y Literatura revolucionaria (1930).
Obras
ESE BUSTO DE YESO
Ese busto de yeso que respira
lunas de noche antiguas y metales
rodillas mutiladas desiguales
que si la noche cubre el sueño mira.
Esa mano de flores que conspira
al abrir y cerrar dedos cristales,
sonrisa y caracol en espirales,
ajeno mar donde la voz expira.
Estos ojos de verdes vegetales
que el fuego muerto de los goces gozan
y a lo oscuro me miran inmortales.
Y esta sombra de luz donde se rozan
las lamas y los cuerpos reposan.
Vivos sueños, bellezas funerales.
PARAISO DEL AIRE
Paraíso del aire congelado,
muerte de cielo y tierra celadores.
¿De qué color los ojos? Los colores.
más por su vibración que por su grado.
Y más por la mirada miradores
que por la luz los ojos que he soñado
cuerpo que flota sin pesar, velado
en un clima de puros impudores.
¿Es la sonrisa, paladar de voces?
¿La mano que agoniza y que suspira?
¿La lentitud con que la mata el fuego?
Oigo lo que no dice si respira:
Es toda la memoria de mis goces
que sólo yo contemplo a solas ciego.
SUEÑO DE AMOR PERFECTO
Amor de sueño amante que otro cielo
revive en su interior desdoblamiento,
unión la de los ojos y el aliento
que las manos aparta de su celo.
Amor de cuerpo y sombra ceniciento
de paisajes recónditos al hielo
de color y de aroma y de desvelo
puro como la muerte y como el viento.
amor que de la carne vuela al sueño
y en él imagen que desnuda anude
la ribera sin ámbito de cuerpo.
o
Amante que en su sombra se desnude
y en su sangre redima lo que fluye
y descubra en su sueño lo que sueño.
NO LA AMANTE
No la amante, el amor. La singladura
de la noche que arrastra fuego frío
por las venas del sueño, poderío
de la encendida palidez oscura.
El amor, no la amante. El goce mío,
la imagen que desbasto. La onda pura
que invade entre las ruinas mi locura
de tallar en diamante lo sombrío.
No la amante, el amor que le dio la vida.
Lo que mi mano roza y estos ojos
desojan, lo que nace de la herida
soledad en la noche de mi sueño;
¡encarnación que vive entre despojos,
de la que soy - oh dulce sangre - dueño!
Ese busto de yeso que respira
lunas de noche antiguas y metales
rodillas mutiladas desiguales
que si la noche cubre el sueño mira.
Esa mano de flores que conspira
al abrir y cerrar dedos cristales,
sonrisa y caracol en espirales,
ajeno mar donde la voz expira.
Estos ojos de verdes vegetales
que el fuego muerto de los goces gozan
y a lo oscuro me miran inmortales.
Y esta sombra de luz donde se rozan
las lamas y los cuerpos reposan.
Vivos sueños, bellezas funerales.
PARAISO DEL AIRE
Paraíso del aire congelado,
muerte de cielo y tierra celadores.
¿De qué color los ojos? Los colores.
más por su vibración que por su grado.
Y más por la mirada miradores
que por la luz los ojos que he soñado
cuerpo que flota sin pesar, velado
en un clima de puros impudores.
¿Es la sonrisa, paladar de voces?
¿La mano que agoniza y que suspira?
¿La lentitud con que la mata el fuego?
Oigo lo que no dice si respira:
Es toda la memoria de mis goces
que sólo yo contemplo a solas ciego.
SUEÑO DE AMOR PERFECTO
Amor de sueño amante que otro cielo
revive en su interior desdoblamiento,
unión la de los ojos y el aliento
que las manos aparta de su celo.
Amor de cuerpo y sombra ceniciento
de paisajes recónditos al hielo
de color y de aroma y de desvelo
puro como la muerte y como el viento.
amor que de la carne vuela al sueño
y en él imagen que desnuda anude
la ribera sin ámbito de cuerpo.
o
Amante que en su sombra se desnude
y en su sangre redima lo que fluye
y descubra en su sueño lo que sueño.
NO LA AMANTE
No la amante, el amor. La singladura
de la noche que arrastra fuego frío
por las venas del sueño, poderío
de la encendida palidez oscura.
El amor, no la amante. El goce mío,
la imagen que desbasto. La onda pura
que invade entre las ruinas mi locura
de tallar en diamante lo sombrío.
No la amante, el amor que le dio la vida.
Lo que mi mano roza y estos ojos
desojan, lo que nace de la herida
soledad en la noche de mi sueño;
¡encarnación que vive entre despojos,
de la que soy - oh dulce sangre - dueño!
Critica literaria
En Bernardo Ortiz de Montellano se cumple un proceso que, fatalmente, se convierte en destino; o, si se prefiere, una trayectoria poética que resulta representativa de su generación y en tanto cual prefigura y consuma una serie de etapas comunes a sus miembros. Sus primeros poemas, recogidos en Avidez (1921), corresponden al último momento del modernismo en México, convaleciente de la intervención que operó en él Enrique González Martínez a la vez que próximo al desmantelamiento que la vanguardia se encargaría de realizar. Si algo puede observarse en estos primeros poemas, es la destreza para captar y reproducir las modalidades de la época. Ningún aspecto distintivo, ninguna originalidad.
Ortiz de Montellano liquida esta primera etapa al año siguiente de la publicación de Avidez. En La Falange, revista literaria que codirige con Jaime Torres Bodet de 1922 a 1923, se sumó a la vitalidad y el espíritu de renovación que debía mucho a las pautas marcadas por José Vasconcelos y la revista El Maestro (1921-1923) a la cultura nacional. El descubrimiento del folclor, de la poesía popular, entusiasma a Montellano. En La Falange, en la sección “A.B.C.”, recopila la literatura popular: corridos, canciones de cuna, canciones de juegos, leyendas, y él mismo incurre en el género con canciones como “El soldadito de plomo”, poesía inocente y corridos patrióticos. Explaya propósitos: “Los senderos literarios de hoy van más que nunca al pueblo y más que siempre valdrá un autor hasta que su obra haya sido asimilada por el pueblo de quien la recibe y a quien la debe devolver”.
Transición y apuesta, su segundo libro, El trompo de siete colores (1925), contiene ya escasos rasgos de esta afición popular. Ahí, la ingenuidad y la espontaneidad se hallan disueltas en un afán más depurado, integrando a una poesía marcadamente culta los tonos y las claves de la expresión popular (“Fruta”, “Los cinco sentidos”), al tiempo que en otros poemas (“Peces de Ziragüén”) incursiona en una poesía de mayor elaboración y complejidad que insinúa, con predominio de lo visual, aventuras y rompimientos posteriores.
Red (1928) es ya el imperio de la innovación. Esas prosas poemáticas, muy representativas, tienen su paralelo en las de Línea, de Gilberto Owen, y en algunos de los hallazgos del Salvador Novo de los XX poemas. El paisaje mexicano, varias de las entonces recientes consignas agraristas y populistas, se vanguardizan estéticamente y reciben un trato desenfadado e irónico (“El aeroplano”, “Pájaros adivinadores”, “Lotería”, “Agrarismo”).
De 1929 a 1931, Montellano dirige la más importante revista cultural del momento, una de las mejores publicaciones (periódicas y no periódicas) en lo que va de nuestro siglo.Contemporáneos, la revista y sus realizadores, han ejercido una influencia determinante no sólo en la generación inmediata, que tomó de ambos muchas de sus cualidades (Octavio Paz), sino también en las posteriores. Parte de la más reciente promoción de escritores mexicanos ha encontrado ahí una renovada decepción de nuestro subdesarrollo. Y aunque las influencias a menudo derivan en reiteraciones y torpes resurrecciones, el ejemplo de rigor, profesionalismo, calidad e inteligencia, continúa como un reto y un modelo insuperable.
Así como Xavier Villaurrutia y Salvador Novo se marginan con la expresión del amor homosexual, y Gilberto Owen con el “pecado de nombrar”, Montellano elige su propio reducto: el sueño. El tema, que devendrá obsesión, terminará por alejarlo radicalmente del folclor y los intentos de acercamiento a lo popular (posibles, por otra parte, cuando aún no eran objeto de la mera declamación panfletaria; imposibles cuando se transforman en consignas oficiales y de falansterios de artistas revolucionarios). Es cuandoContemporáneos orienta sus preocupaciones a la integración de la cultura universal, que Montellano se lanza a la expresión del mundo onírico y escribe sus dos poemas más conocidos: “Primer sueño” y “Segundo sueño”. El segundo corresponde propiamente a la experiencia sufrida por los efectos de la anestesia y, como el primero, desarrolla poéticamente el “argumento” de un viaje al interior de sí mismo.
De la seductora vacilación de la vida y la muerte, del vital regreso, afirmación de la sensualidad, gozo de los sentidos, que opera al fin de este “Segundo sueño”, Montellano pasa en poemas posteriores al triunfo de la retórica de la muerte y la decepción, que también marcaron a sus contemporáneos. De ello es muestra Hipnos, libro en que recoge los poemas publicados en revistas y periódicos, incluyendo el emotivo y excepcional “Himno a Hipnos”, desolador como registro de una realidad en que el “lirismo lógico… ha reducido al hombre a ser un placentero bazar de cosas inútiles”, estimulante sin embargo como invocación a un poder incendiario y renovador. El sueño es ya sólo muerte, y el mundo se vuelve yermo como en Eliot:
Ortiz de Montellano liquida esta primera etapa al año siguiente de la publicación de Avidez. En La Falange, revista literaria que codirige con Jaime Torres Bodet de 1922 a 1923, se sumó a la vitalidad y el espíritu de renovación que debía mucho a las pautas marcadas por José Vasconcelos y la revista El Maestro (1921-1923) a la cultura nacional. El descubrimiento del folclor, de la poesía popular, entusiasma a Montellano. En La Falange, en la sección “A.B.C.”, recopila la literatura popular: corridos, canciones de cuna, canciones de juegos, leyendas, y él mismo incurre en el género con canciones como “El soldadito de plomo”, poesía inocente y corridos patrióticos. Explaya propósitos: “Los senderos literarios de hoy van más que nunca al pueblo y más que siempre valdrá un autor hasta que su obra haya sido asimilada por el pueblo de quien la recibe y a quien la debe devolver”.
Transición y apuesta, su segundo libro, El trompo de siete colores (1925), contiene ya escasos rasgos de esta afición popular. Ahí, la ingenuidad y la espontaneidad se hallan disueltas en un afán más depurado, integrando a una poesía marcadamente culta los tonos y las claves de la expresión popular (“Fruta”, “Los cinco sentidos”), al tiempo que en otros poemas (“Peces de Ziragüén”) incursiona en una poesía de mayor elaboración y complejidad que insinúa, con predominio de lo visual, aventuras y rompimientos posteriores.
Red (1928) es ya el imperio de la innovación. Esas prosas poemáticas, muy representativas, tienen su paralelo en las de Línea, de Gilberto Owen, y en algunos de los hallazgos del Salvador Novo de los XX poemas. El paisaje mexicano, varias de las entonces recientes consignas agraristas y populistas, se vanguardizan estéticamente y reciben un trato desenfadado e irónico (“El aeroplano”, “Pájaros adivinadores”, “Lotería”, “Agrarismo”).
De 1929 a 1931, Montellano dirige la más importante revista cultural del momento, una de las mejores publicaciones (periódicas y no periódicas) en lo que va de nuestro siglo.Contemporáneos, la revista y sus realizadores, han ejercido una influencia determinante no sólo en la generación inmediata, que tomó de ambos muchas de sus cualidades (Octavio Paz), sino también en las posteriores. Parte de la más reciente promoción de escritores mexicanos ha encontrado ahí una renovada decepción de nuestro subdesarrollo. Y aunque las influencias a menudo derivan en reiteraciones y torpes resurrecciones, el ejemplo de rigor, profesionalismo, calidad e inteligencia, continúa como un reto y un modelo insuperable.
Así como Xavier Villaurrutia y Salvador Novo se marginan con la expresión del amor homosexual, y Gilberto Owen con el “pecado de nombrar”, Montellano elige su propio reducto: el sueño. El tema, que devendrá obsesión, terminará por alejarlo radicalmente del folclor y los intentos de acercamiento a lo popular (posibles, por otra parte, cuando aún no eran objeto de la mera declamación panfletaria; imposibles cuando se transforman en consignas oficiales y de falansterios de artistas revolucionarios). Es cuandoContemporáneos orienta sus preocupaciones a la integración de la cultura universal, que Montellano se lanza a la expresión del mundo onírico y escribe sus dos poemas más conocidos: “Primer sueño” y “Segundo sueño”. El segundo corresponde propiamente a la experiencia sufrida por los efectos de la anestesia y, como el primero, desarrolla poéticamente el “argumento” de un viaje al interior de sí mismo.
De la seductora vacilación de la vida y la muerte, del vital regreso, afirmación de la sensualidad, gozo de los sentidos, que opera al fin de este “Segundo sueño”, Montellano pasa en poemas posteriores al triunfo de la retórica de la muerte y la decepción, que también marcaron a sus contemporáneos. De ello es muestra Hipnos, libro en que recoge los poemas publicados en revistas y periódicos, incluyendo el emotivo y excepcional “Himno a Hipnos”, desolador como registro de una realidad en que el “lirismo lógico… ha reducido al hombre a ser un placentero bazar de cosas inútiles”, estimulante sin embargo como invocación a un poder incendiario y renovador. El sueño es ya sólo muerte, y el mundo se vuelve yermo como en Eliot:
Cuando en la tierra estéril el hombre estéril
la mujer infecunda la lluvia ausente
se repartan los últimos frutos de la vida.
la mujer infecunda la lluvia ausente
se repartan los últimos frutos de la vida.
Posteriormente, Montellano se dedicará a tomar nota de sus sueños en un Diario de mis sueños (simples y muy prescindibles recurrencias), donde la preocupación onírica se vuelve fastidiosa costumbre cotidiana y cae en lugares comunes como la sospecha de la certidumbre de un poder premonitorio y el azoro ante coincidencias inexplicables. Su actividad literaria y cultural, reincide en el periodismo. Colabora en Letras de México y en Cuadernos Americanos,entre otras revistas, y es autor de una excelente traducción de Miércoles de ceniza, de T. S. Eliot, aparecida en 1946.
Manuel Fernández Perera
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